5 mar 2011

¿Qué es el éxito?



                                            ¿Cómo define usted el éxito? 

Si aspira a triunfar, ¡primero debe saber a qué le está apuntando! Para un entrenador de fútbol, el éxito podría ser ganar un campeonato nacional.

Para un vendedor, el éxito podría ser convertirse en el número uno de su empresa. Para un estudiante universitario, el éxito podría definirse como obtener su grado. Para un ama de casa, el éxito podría ser tener una bonita vivienda.

Para un hombre de negocios, el éxito podría estar en ganar un millón de dólares al año. Para un padre, el éxito podría ser criar sus hijos piadosos.






Las definiciones van y vienen, dependiendo a quién le pregunte y cuándo lo haga. Para Scott, el éxito se definía como darse la buena vida. Cuando cumplió los treinta años ya tenía un negocio propio y trabajaba entre setenta y ochenta horas a la semana. Estaba casado, tenía dos hijos, conducía el auto de lujo que quería (y su esposa, conducía el auto que ella quería), y tenía una casa en las afueras de la ciudad.

Scott iba a la iglesia al menos una vez al mes, lo cual creía suficiente para hacer que sus hijos estuvieran en contacto con las historias bíblicas en la escuela dominical. También iba de pesca submarina, su única distracción o actividad recreativa, por lo menos una vez al mes. La meta más importante de Scott era jubilarse a los cincuenta años y vivir en una casa en la playa, para poder pescar las veces que quisiera.

Por regla general, muchas personas definen el éxito como «establecer una meta y cumplirla». Sin embargo, esa definición es limitada. Un sujeto podría establecer como objetivo algo perverso o algo bueno. La naturaleza de la meta es un factor clave en el éxito, especialmente si tratamos con la opinión que Dios tiene del éxito.

Nuestro enfoque humano para triunfar tiende a ser: he aquí mi meta. El enfoque del Señor es: he aquí la persona que deseo que seas, he aquí lo que deseo que hagas, y he aquí cómo llegar a ser esa persona y cómo hacer esa tarea.

Encontramos el éxito como cristianos siendo personas devotas y obedeciendo las instrucciones de Dios. Nuestra vida como creyentes no se limita a lo que ganamos o tenemos sino a quiénes somos en Jesucristo.

A primera vista podría ser muy fácil criticar a Scott por tener una meta superficial, una que realmente no abarca la totalidad de su vida. No obstante, la opinión de él podría ser otra. Scott fue criado en la iglesia y creía en Jesucristo. Recibió el perdón de Dios a los doce años de edad, mientras se hallaba en un campamento de jóvenes. Se consideraba un cristiano nacido de nuevo. Por eso iba a la iglesia una vez al mes, y así cumplía con su obligación espiritual hacia sus hijos. Tenía un anhelo (sí, tal vez hasta una meta) de que sus hijos fueran salvos.

Sin embargo, Scott no había enfrentado el hecho de que el Señor quería más para él, y de él, que la aceptación de Jesucristo como Salvador. Dios deseaba para Scott y su familia que siguieran a Jesucristo como Señor; que basaran sus metas y anhelos en los propósitos y deseos que Dios tenía para sus vidas.



Un anhelo contínuo de buscar los deseos del Señor 

Lo primero y más importante que debemos reconocer es que como creyentes somos los hijos y las hijas del Dios viviente. El éxito desde la perspectiva divina no comienza ni termina con lo que hacemos en nuestras vidas. Empieza y termina con quiénes somos como sus hijos. He aquí la definición de éxito en la cual se basa este libro: El éxito es el logro continuo de llegar a ser la persona que Dios quiere que usted sea y lograr las metas que él le ha ayudado a establecer.

Desde la perspectiva de esta definición, las personas impías no pueden ener éxito verdadero. Es posible que acumulen cierta cantidad de riquezas materiales, que obtengan cierto grado de fama, que consigan cierta cantidad de títulos o reconocimientos, que ganen cierto nivel de privilegio o estatus social, o que cosechen algún grado de poder político o social, pero no triunfan realmente en sus vidas debido a que no se han convertido en las personas que Dios las ha llamado a ser. Se han dedicado a conseguir sus objetivos, no los del Señor.

Los impíos definen sus vidas según sus anhelos, ambiciones y propósitos, en vez de intentar alinearlas con los deseos, planes y propósitos de Dios. ¡Nadie puede ser próspero desde la perspectiva del Señor y dejarlo fuera de su vida. Lo mismo aplica a quienes se llaman cristianos pero casi nunca, o nunca, consideran los planes y propósitos que Dios puede tener para ellos.

El mundo tiende a evaluar el éxito en términos de fama y fortuna. Dios evalúa el éxito en términos de relación, carácter y obediencia. Lo primero, y más importante, que Dios desea es que triunfemos en nuestra relación con él, después en nuestra relación con los demás y luego en nuestras vocaciones y ministerios.

¿Significa esto que la gente de Dios no puede experimentar fama, fortuna, poder, posición social,  logros, notoriedad, utilidades materiales o recompensas? No. Significa que en el campo del éxito, los procedimientos y los propósitos de las personas que se enfocan en Dios son muy diferentes de aquellas que se centran en sí mismas. Estas últimas empiezan con metas autodefinidas, llevadas a cabo por su propio esfuerzo y para su propia gratificación. La persona enfocada en Dios comienza con planes y propósitos divinos.

El sujeto centrado en sí mismo se preocupa principalmente del éxito medible en términos de dinero,  recompensas y manifestaciones externas de riqueza, prominencia y posición. La persona enfocada en
Dios se preocupa principalmente del éxito que empieza en su interior y que se define en términos de propósito eterno, beneficio espiritual, carácter piadoso, satisfacción y logros duraderos, y obediencia a los mandamientos e instrucciones diarias del Señor. La persona piadosa puede experimentar riqueza, importancia y posición como beneficios complementarios, pero no como metas ni objetivos primordiales. Son bendiciones y derivados dados por Dios.

Scott cayó en la trampa de convertirse en una persona enfocada en sí misma. A los treinta y tres años su empresa estaba prosperando. Él y su familia se habían mudado a una casa mucho más grande en un vecindario más agradable, y se habían afiliado a un club campestre. Scott comenzó a moverse en círculos económicos más amplios, en los cuales se esperaban ciertos comportamientos.

Empezó a fumar cigarros por primera vez en su vida y se volvió un entendido en vinos. En su nueva casa construyó un bar para su esparcimiento y tomó un curso de barman para aprender a preparar todos los tragos que sus invitados podrían desear. Scott y su esposa Bryn se iban de vacaciones a donde iban sus nuevos amigos, principalmente a balnearios y centros turísticos exóticos.

Él racionalizaba todo lo que estaba haciendo bajo la perspectiva de que era «bueno para los negocios»; los negocios que le permitirían retirarse joven. Disfrutaba el hecho de que estaba labrando un nombre para sí mismo, no solo en laprofesión elegida sino también en su comunidad.

Scott y Bryn iban ocasionalmente a la iglesia (si no habían planeado otra cosa) y enviaban a sus hijos a la escuela bíblica vacacional y al campamento  de la iglesia. Todo pareció ir muy bien durante un par de años, pero luego las cosas comenzaron a derrumbarse, solo un poco al principio. Cuando su hija cumplió catorce años, emergieron señales de rebeldía. Scott pasó por un susto clínico que su médico diagnosticó como una reacción de estrés. Entonces se puso a tomar medicamentos recetados para combatir la ansiedad. Cuando su empresa se hizo aun más grande, se dedicó a trabajar siete días por semana. Sintiéndose abandonada, Bryn se relacionaba con quienes estuvieran «disponibles» para estar con ella en su nueva piscina, incluyendo a un hombre soltero con quien más tarde tuvo una aventura amorosa.

Scott y Bryn finalmente se separaron a fin de aclarar las cosas en su matrimonio. Los problemas con los hijos, la aventura amorosa de Bryn y la intensificación de la bebida en Scott los llevaron de la separación al divorcio. Al llegar a los treinta y ocho años, como parte del convenio de divorcio, Scott se hallaba metido en una difícil batalla por sus negocios y posesiones. Estaba cada vez más distanciado de sus hijos, y luchaba por controlar su presión sanguínea y sus ataques de ansiedad.

¿Había triunfado Scott? Quienes veían la parte externa de su vida podrían decir que sí. Era el presidente de la junta directiva de una floreciente empresa, usaba trajes costosísimos, manejaba un auto de lujo último modelo, y llevaba a sus clientes a almorzar en restaurantes elegantes. ¿Pero interiormente? Sentía que había logrado cualquier cosa, menos el éxito. ¿y desde el punto de vista de Dios? A la verdad, Scott le daba muy poco crédito a la perspectiva divina.

Las verdaderas recompensas asociadas con el éxito divino son los aspectos intangibles que todo el mundo anhela. Quizás el individuo enfocado en sí mismo desee fama y fortuna. Pero al fin de cuentas todos tenemos un profundo deseo interior de paz, gozo, satisfacción, salud e integridad (espíritu, mente y cuerpo), sensaciones de seguridad espiritual, esperanza de vida eterna, amor familiar y una relación íntima con Dios. Lamentablemente a Scott le faltaba lo que en realidad importa.

En más de una ocasión he oído a un individuo rico o famoso, considerado por otros como un triunfador, decir: «Cambiaría todo por un poco de tranquilidad y por la certeza de saber lo que me ocurrirá después de mi muerte».

Más de una vez he escuchado de labios de enfermos y moribundos: «Cambiaría todo el éxito que he tenido por una hora de amor puro, una hora sin dolor, o una hora de saber que he hecho aquello para lo cual Dios me creó».

Quienes solo se limitan a buscar fama y fortuna terminan frustrados y desilusionados, con un enorme vacío en sus vidas que no pueden llenar. Los que ante todo deciden buscar la vida que Dios les ha designado y a la que los ha llamado, experimentan la verdadera riqueza de la vida, además del gozo y la esperanza asociadas con la eternidad.

Finalmente Scott tocó fondo. Un importante consorcio compró su negocio, y con el dinero que le quedó se compró una casita en la playa. Entonces hizo un balance de su vida. Comprendió todo lo que había perdido en el proceso de buscar ganancias personales y reconoció que lo más importante que había perdido era sentirse cerca de Dios.

Scott comprometió de nuevo su vida a seguir a Jesús como Salvador. Comenzó a asistir regularmente a la iglesia, a orar y a leer la Biblia; mientras más hacía esto, más extrañaba a su esposa, a sus hijos y la vida que ahora comprendía había deseado, pero que en realidad nunca tuvo. Le preguntaba diariamente a Dios: «¿Qué quieres que haga?» No salía de casa en la mañana hasta sentir que tenía una respuesta de! Señor a esa pregunta.

Al principio, el Señor parecía dirigir a Scott hacia el trabajo voluntario en su iglesia. Se involucró en proyectos de Hábitat para la Humanidad, dando martillazos, serruchando y construyendo casas para
personas necesitadas. El aire fresco y el duro trabajo físico le ayudaron a clarificar la mente, mientras continuaba luchando con lo que el Señor tenía para él y su familia.


Después de seis meses de no verlos, Scott se encontró cara a cara con Bryn y sus hijos. Descubrió que Bryn había terminado su aventura amorosa y estaba pasando por una experiencia similar de búsqueda del alma.

¿Mejoraron las cosas automáticamente para Scott? No. Se necesitaron dos años de continua consejería cristiana antes de que él y Bryn se unieran de nuevo en matrimonio. Pasaron otros dos años de orientación cristiana antes de que él pudiera decir que su relación con sus hijos estaba realmente sanada y restaurada. En esos años la familia experimentó periódicamente tiempos difíciles. Pero había cambiado algo: la actitud de Scott hacia lo que en realidad era importante en la vida. En oración continuaba preguntando cada mañana al Señor: «¿Qué quieres que haga hoy?»

Scott tiene ahora aproximadamente cuarenta y cinco años. Es muy activo en el ministerio de hombres de su iglesia, y cuatro veces al año dirige retiros de pesca submarina para padres e hijos. Muchos de los asistentes a los retiros son incrédulos, y un gran porcentaje de esos hombres y sus hijos aceptan al Señor mientras están en el mar con Scott.'

Bryn dirige en su iglesia un estudio bíblico para mujeres, y trabaja medio tiempo en un centro de embarazos difíciles. Sus dos hijos asisten a una universidad cristiana. Y la hija que una vez fuera rebelde, se está preparando para su primer trabajo de tiempo completo con un ministerio de adolescentes, e! cual patrocina viajes misioneros. Scott regresó a los negocios, en una escala más pequeña pero adecuada. Ahora usa las utilidades de su empresa para financiar proyectos en la iglesia, entre ellos los retiros de pesca que dirige.

¿Ha triunfado Scott? Él siente que sí y yo también lo creo. Además creo que Dios lo ve como un triunfador. La razón más importante del éxito de Scott es que aun pregunta cada mañana al Señor: "¿Qué quieres que haga hoy?". En relación a su éxito, no hay pregunta más importante que pueda hacer.



Fuente: "El éxito a la manera de Dios" de Charles Stanley (pgs.1-8)




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