27 ene 2011

¿Es razonable la fe cristiana? Capítulo 2


¿Hay propósito en la Creación?
               
La Biblia dice que «las cosas invisibles de Él, su eterno poder y divinidad se hacen visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Romanos 1:20).
Esto significa que las pruebas de que Dios existe son tan numerosas que sólo el hombre que cierra sus ojos a toda evidencia, y sus oídos a todo razonamiento, negándose simplemente a pensar, es el que puede permanecer en su incredulidad, sobre todo en el siglo en que vivimos.



Es innegable que hay misterios en la religión y que muchos hombres pensadores se han desligado de las sociedades u organizaciones religiosas que han querido establecer dogmas y piden a ellos la adhesión de las mentes humanas sobre la base de su autoridad. Estamos en un siglo de libertad de pensamiento, cuando nadie es obligado a pensar sobre los misterios religiosos de una determinada manera bajo la amenaza de coacción o persecución.

Siempre ha habido grandes genios en la humanidad que no se han conformado al pensamiento estereotipado de la mayoría. En este siglo de libertad no se necesita ser un genio ni un héroe para asumir tal actitud. Han desaparecido muchos tabús e imaginarios dogmas religiosos, pero no ha podido desaparecer ni desaparecerá la religión.



Palabras del segundo Presidente de La Generalidad de Cataluña.

Recuerdo muy bien lo que dijo un gran catalán que fue el segundo presidente de la Generalitat de Catalunya, el desafortunado y llorado Lluis Companys. Personalmente le oí decir desde la emisora de Radio Barcelona, tratando de apaciguar a quienes creían que el alzamiento del general Franco, y la guerra a que dio lugar, les deba el derecho de incendiar iglesias y conventos: «No os canséis en vano, y concentremos todos nuestros esfuerzos para atender a los frentes de guerra, pues mientras haya mentes que piensen, y el misterio de la muerte, subsistirá la religión».


Lo cierto es que después de dar mil vueltas sobre el tema del origen de todas las cosas, la vida o la muerte, el 90 % de los científicos más notables de nuestros días está volviendo a la idea de que existe, que debe existir por fuerza, un poder inteligente detrás de la naturaleza y que una evolución casual no es la respuesta a los innumerables misterios y secretos del Universo.

Por ejemplo: ¿Cuál es, pues, el origen del mundo en que vivimos? Nos dicen los científicos que puede ser un desprendimiento de material nebuloso del sol, cuando éste se hallaba en período de formación hace muchos millones de años.

Lo que nosotros hallamos en el presente es que el mundo está formado por materia en estado sólido, líquido y gaseoso y que toda esta materia está compuesta por átomos constituidos a su vez por electrones y protones. Todos los protones, neutrones y electrones del universo son iguales, pero no se hallan asociados del mismo modo, y ello es la razón de la diversidad de la materia.

El átomo más simple tiene un solo protón y un solo electrón dando vueltas alrededor de su núcleo; por esto es el menos pesado y se llama hidrógeno. Hay otros gases invisibles y ligeros, pero más pesados que el hidrógeno; por ejemplo, el oxígeno que tiene 8 protones, 8 neutrones y 8 electrones.

Pero con solamente gases el Creador no habría construido un mundo como éste en el que vivimos. Se necesitaban elementos más sólidos. Variando la contextura del átomo, se aumenta el peso y solidez de la materia. Por ejemplo, un átomo de 28 protones y otros tantos neutrones y electrones es hierro; con 70 protones es oro, y así podríamos mencionar un centenar de materiales desde el hidrógeno y el helio, tan ligeros, hasta el uranio, que es el más pesado de todos los metalesy el más rico en electrones. Con la combinación de dos gases, el oxígeno y el hidrógeno, Dios formó el agua, ¡y con cuánta abun dancia la fabricó en este mundo, en contraste con la Luna y otros planetas totalmente secos!


Hombres y no peces 

Pero como Dios se proponía crear, como final y corona de la creación, a un ser inteligente hecho a su imagen y semejanza, quiso que éste pudiera gozar de mucho más que de los beneficios de un mundo acuático, es decir, no quiso que los hombres fuéramos peces; por tal motivo hizo elevar las montañas mediante la fuerza del fuego interior y surgió la tierra sólida del primitivo mar universal. Inevitablemente, se observa un propósito en esta elevación, ya que en las altas montañas es donde se acumula el agua convertida en nieve para, desde allí, regar por medio de los ríos las partes bajas y llanas de la tierra.



¿Pero cómo?

Sabemos que el agua al calentarse se convierte en vapor, pero habría sido muy desagradable vivir envueltos en nubes rozando la tierra, por lo cual entre la tierra y las nubes hizo Dios formarse una capa gaseosa más pesada que el vapor de agua. Esta creación, maravillosa, pues no podemos darle otro nombre, tuvo la virtud de hacer elevar las nubes para que de un lugar a otro de la tierra.


Cinco propósitos cumplidos en un solo elemento ¿Quién no ha pensado en lo maravilloso y afortunado
que es el que la tierra se halle rodeada de esta capa gaseosa que llamamos aire? El aire cumple nada
menos que cinco funciones esenciales, todas ellas utilísimas para la vida.

1.ª La ya antedicha de servir de vehículo a las nubes.

2.ª La de detectar y filtrar los rayos ultravioleta del sol que destruirían las células exteriores de todos los seres vivos. Es por tal razón que los astronautas que salen de la atmósfera tienen que protegerse con pesados uniformes de caucho.

3.ª Purificar la sangre de nuestros pulmones por medio de la respiración.

4.ª Alimentar las plantas, por medio de las hojas, que absorben su nitrógeno y que devuelven oxígeno.

5.ª Servir de vehículo al sonido, por las ondas que producen los choques de materia sólida y por el movimiento de las cuerdas de nuestras gargantas.


Sería inútil tener oídos si no existiera el aire que produce las ondas sonoras. En esta relación maravillosa, ¿no vemos el designio y propósito de un Creador inteligentísimo? Y lo más extraordinario es que es-te gas, tan adecuado para la preservación y desarrollo de la vida sobre nuestro planeta, tenga la no menos conveniente cualidad de ser totalmente transparente, lo cual hace posible la visión de las cosas.

Supongamos que el aire fuera tan poco transparente como lo es el vapor, y tuviéramos que estar sumergidos dentro de una espesa nube de vapor de aire denso y colorado, ¿no sería esto terriblemente fastidioso?

Tantos objetivos, todos extraordinarios, benéficos y bien concertados, no pueden haberse producido por casualidad. 



Razón del equilibrio ecológico

Hemos dicho que el aire alimenta las plantas, que a su vez producen oxígeno, tan beneficioso y necesario para nuestros pulmones. Este equilibrio ecológico, ¿no supone un pensamiento previsivo en favor de los seres vivos?

Parece evidente que el propósito de las plantas es servir como lazo de unión entre los elementos de la
tierra y los seres vivos del mundo animal humano. No podíamos alimentarnos de puñados de tierra; la tierra no es asimilable por nuestro organismo; pero cada planta es un laboratorio químico donde los elementos inorgánicos, o sea, calcio, sodio, hierro, etc., se convierten en elementos orgánicos llamados hidratos de carbono y sustancias nitrogenadas, las cuales podemos asimilar para alimentar, a la vez, las células vivas de nuestro cuerpo.



¿Afortunadas casualidades?

¿Cómo es que no se han dado todas estas afortunadas casualidades ni en la Luna ni en Marte ni en ninguno de los satélites desprendidos del sol? Nuestra respuesta, amigos, es que no son casualidades, sino un bien atinado propósito de parte de aquel Ser Sapientísimo, que ha existido y existe detrás de la materia, a quien llamamos Dios. El hecho de que no veamos a este Ser maravilloso, porque es tan inmenso que en Él vivimos y nos movemos y somos, como decía san Pablo a los filósofos de Atenas, no es ninguna razón para negar su existencia, cuando vemos tantas otras cosas bien preparadas y ordenadas con una sabiduría que nos deja estupefactos.

¿Y cuál era el propósito final de todo este proceso sapientísimo? ¿Hacer posible la existencia de simples animales incapaces de darse cuenta de su propia existencia y de la del autor de todas las cosas? No lo creemos. Dios pensaba sin duda en nosotros, la raza humana, es decir, en seres capaces de reconocerle en sus obras; de amarle y vivir con Él y por Él durante una eternidad.

Y esto nos proponemos demostrar en próximos capítulos.



Tomado del libro: ¿Es razonable la fe cristiana? págs.11-17
Autor: Samuel Vila

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